"Perdoname. En serio, perdoname. Vos no hiciste nada malo. No, no llores. Las cosas se dieron así, no se puede cambiar. Yo sé que el destino nos unió una vez, pero ya está. se terminó y lo tenemos que entender. Basta, no llores más por favor. Tengo que irme. ¡Soltame! Te lo juro, no sos vos. Soy yo."
Eso pensaba mientras me cambiaba de asiento en el tren a uno vacío en la fila de enfrente. Y una culpa espantosa.
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